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Control MotorEjercicio terapéutico

EL PAPEL DEL EJERCICIO FÍSICO EN EL TRATAMIENTO DEL CÁNCER DE MAMA

By octubre 18, 2024marzo 28th, 2025No Comments

Son numerosos los pacientes que se apuntan a un programa de ejercicio durante el proceso o tras superar un proceso oncológico. También son numerosas las personas que no lo hacen por miedo a que pueda perjudicarles la salud. A su vez, podemos encontrarnos personas que por el ritmo laboral o personal no consiguen acoplar una rutina de ejercicio durante este proceso.

¿Qué pensáis? ¿deberíamos priorizar el ejercicio en nuestra rutina diaria durante un proceso oncológico o tras él? ¿Puede ayudarnos con los síntomas asociados al proceso oncológico, sin perjudicarme? De ser así… ¿Qué tipo de ejercicio deberíamos incorporar? 

Para poder contestar estas preguntas con mayor rigor vamos a centrarnos en el cáncer de mama ya que a pesar de que el ejercicio va a ser una gran herramienta en el tratamiento de los síntomas vinculados a un proceso oncológico, es posible que haya matices que deberíamos abordar en relación con el tipo de tumor y el área afectada. 

Ya focalizando sobre el cáncer de mama y previo a empezar a hablar de la importancia del ejercicio físico me gustaría dejar patente que el cáncer de mama es una patología compleja y con múltiples efectos secundarios, tanto fisiológicos como psicológicos, lo que pone en evidencia la importancia del trabajo interdisciplinardonde diferentes profesionales sanitarios junto con el paciente establecen los pasos a seguir.

Tanto la cirugía como los tratamientos con quimioterapia y radioterapia van a producir un alto impacto sobre el paciente entre los que se encuentran fatiga, insomnio, náuseas, neuropatías, cardiotoxicidad, deterioro del tejido muscular que puede verse traducido en alteraciones de la fuerza muscular…entre otros síntomas.  Entre estos síntomas la fatiga se convierte en uno de los más comunes a todos los tipos de cáncer y que reduce la calidad de vida de los pacientes.

Todos estos síntomas anteriormente mencionados terminan traduciéndose para los pacientes en un deterioro importante de su capacidad física, sobre todo su capacidad cardiorrespiratoria y su fuerza, clave en numerosas actividades del dia a dia.

Ya son numerosos artículos que relacionan las alteraciones de nuestra capacidad cardiorrespiratoria y las alteraciones de la fuerza con el desarrollo de numerosas enfermedades, llevándonos en muchas ocasiones sobre todo en edad avanzada a cuadros de fragilidad. Enfermedad que está caracterizada por un aumento importante de la discapacidad, debilidad central y periférica, aumentando el riesgo de caída, los ingresos hospitalarios y aumentando la probabilidad de morir. A esto deberíamos añadir las limitaciones a la hora de incorporarse a actividades sociales fuera del domicilio que se vuelven complicadas y que terminan llevándonos al sedentarismo y a cuadros de soledad.

Numerosos estudios ponen en evidencia la importancia del ejercicio aeróbico en la recuperación de la capacidad cardiorrespiratoria en los pacientes oncológicos, aunque encontramos diferencias entre los estudios que pueden responder al tipo de tratamiento que está recibiendo el paciente. Esto pone en evidencia la importancia de tener en cuenta las posibles diferencias en el efecto del tratamiento en función del tipo de quimioterapia. También algunos estudios muestran un aumento de la aptitud cardiorrespiratoria aumentando la dosis de ejercicio aeróbico por encima del trabajo de fuerza.

Podemos considerar el ejercicio aeróbico como una intervención segura en su realización en pacientes oncológicos si somos capaces de individuar como sanitarios la actividad al paciente, teniendo impacto sobre la calidad de vida, la fatiga oncológica, la capacidad cardiorrespiratoria, control del aumento de peso y cambios en la composición del tejido muscular sobre todo en lo que se refiere a su capacidad oxidativa.

El colegio Americano de Medicina del Deporte sugieren treinta minutos de ejercicio por sesión de ejercicio (ampliable a 60 minutos)  al menos 3 veces por semana de actividad aeróbica a una intensidad percibida de nivel moderado. Esta actividad podría llegar hasta los 5 días a la semana.

ESCALA DE BORG MODIFICADA

Será recomendable alternar actividades a diferentes intensidades entre el 50% y 70% de la frecuencia cardiaca máxima (FCmax) y entre el 70% y 85% de la FCmax que también podemos medir con la escala de Borg para que el paciente no solo siga valores cuantificables con un monitor de actividad sino también a través de una escala que mide la intensidad percibida. 

Entre las actividades que el paciente puede realizar podemos tomar como referencia aquellas que considera más atractivas o divertidas puesto que esto tendrá un impacto sobre los efectos de este y sobre la adherencia posterior. Con este mismo objetivo deberemos modificar el tipo de actividad, volumen o intensidad progresivamente a lo largo del programa para seguir generando adaptaciones.

Entonces…¿Qué pasa con el entrenamiento de fuerza?

Es verdad que la pérdida de capacidad cardiorrespiratoria reduce la capacidad del paciente de hacer muchas actividades generales, pero la falta de fuerza va a reducir enormemente la funcionalidad del paciente aumentando las ayudas externas del mismo y reduciendo su calidad de vida. 

Por otro lado, muchas actividades que nos ayudan a aumentar nuestra capacidad cardiorrespiratoria requieren de ciertos niveles de fuerza para poder hacerlas con seguridad y con menor riesgo de lesión tanto muscular como articular.

El trabajo de fuerza ya sea con bandas elásticas de numerosas resistencias, mancuernas o con máquinas mejora la capacidad del paciente a la hora de levantar pesos o vencer resistencias independiente del ejercicio prescrito. Citar que muchos de los efectos beneficiosos del entrenamiento de fuerza son sistémicos, sobre nuestro sistema nervioso, endocrino… ademas de sobre la zona donde se realiza la actividad.

Al igual que el ejercicio aeróbico el entrenamiento de fuerza a demostrado ser seguro y eficaz en el tratamiento de los síntomas relacionados con los procesos oncológicos, pero podemos caer en imprudencias y sobredosis que lejos de mejorar los síntomas del paciente pueden agravarlos, por lo que conocer las dosis recomendadas y ser prudente en las cargas y hacer buenas progresiones se hace determinante.

A la actividad aeróbica debemos incorporarle dos o tres sesiones de entrenamiento de fuerza con una dosis aproximada de 2-3 series de 8-15 repeticiones al 60%-70% de una repetición máxima del paciente (1RM) y abordar tanto miembro superior, miembro inferior y espalda. Sera determinante que esta dosis este individualizada al paciente teniendo en cuenta su estado funcional actual, su actividad física previa, tipo de tratamiento y fase.

Pero si pongo un plan de tratamiento al paciente ¿cuánto tiempo va a durar este plan? ¿Cuándo le cambio los ejercicios?

Es una pregunta importante porque nuestro sistema nervioso y el cuerpo mediado por el generan adaptaciones que requieren de nuevos estímulos para seguir produciendo estas adaptaciones. Los autores recomiendan dosis de ejercicios mantenidas entre 8 y 12 semanas para generar cambios férreos y permanentes sobre nuestro sistema nervioso central lo cual nos va a permitir cambiar los ejercicios o cambiar la intensidad y dosis de estos con seguridad.

Para concluir, comentar la importancia de que los programas de ejercicio deben ser personalizados, adaptados a las necesidades del paciente y bajo supervisión de un especialista. Que estos tengan detrás a un equipo interdisciplinar que de una base sólida al tratamiento del paciente va a permitirnos trabajos con el mayor nivel de evidencia disponible y sabiendo que tenemos encuentras todos los posibles aspectos que pueden condicionar la evolución del tratamiento.

“Para hacer que una lampara este siempre encendida no 
debemos dejar de ponerle aceite”

 Teresa de Calcuta

Carlos Barragán Carballar 

Miembro del Grupo de Investigación en Dolor Musculoesquelético y Control Motor de la Universidad Europea

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