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Sistema inmune, estrés y dolor crónico

By junio 17, 2025No Comments

El dolor musculoesquelético crónico es una condición compleja que involucra una interacción intrincada entre el sistema inmunológico, el sistema nervioso y factores ambientales como el estrés. En el centro de esta interacción se encuentra la inmunocompetencia, que es la capacidad de las células linfoides para generar respuestas inmunes efectivas, tanto humorales como celulares, frente a la exposición a antígenos. Este proceso, esencial para la defensa del organismo, se ve alterado en escenarios de dolor crónico debido a disfunciones del sistema inmunológico. Estas disfunciones, a menudo relacionadas con la activación excesiva de procesos inflamatorios y la inmunosupresión inducida por el estrés crónico, perpetúan el dolor y dificultan la recuperación.

El sistema inmune desempeña un papel crucial en la percepción y modulación del dolor. Células como los macrófagos, los linfocitos T y la microglía son responsables de la producción de citocinas proinflamatorias, entre ellas la IL-1β y el TNF-α. Estas moléculas no solo promueven un estado inflamatorio, sino que también aumentan la sensibilidad de las vías nerviosas periféricas y centrales. Este fenómeno, conocido como sensibilización, amplifica la señal del dolor y contribuye a que este persista incluso después de que haya desaparecido el estímulo inicial.

Además, este estado inflamatorio crónico genera cambios plásticos maladaptativos en el sistema nervioso central. Estos cambios incluyen la activación de la microglía y los astrocitos, células que, al ser estimuladas de forma sostenida, refuerzan la inflamación y consolidan la cronicidad del dolor. Así, el sistema nervioso central deja de ser solo un receptor pasivo del dolor para convertirse en un amplificador activo del mismo.

Por otro lado, el estrés crónico actúa como un factor que exacerba las alteraciones inmunológicas y nerviosas. A través de la activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), el estrés crónico incrementa la liberación de glucocorticoides y catecolaminas lo que suprime la inmunidad adaptativa y limita la capacidad del organismo para controlar la inflamación de manera efectiva.

El resultado es un ciclo de retroalimentación negativa en el que el sistema inmune y el sistema nervioso se influyen mutuamente. Las alteraciones en el sistema inmunológico aumentan la sensibilización neuronal, mientras que los cambios en el sistema nervioso fortalecen los procesos inflamatorios. Este círculo vicioso perpetúa el dolor y hace que las intervenciones convencionales, como los analgésicos, sean insuficientes en muchos casos.

Frente a este panorama, el ejercicio terapéutico se posiciona como una de las intervenciones más efectivas y accesibles para abordar el dolor crónico. La actividad física moderada y regular tiene múltiples beneficios que impactan tanto en el sistema inmune como en el sistema nervioso.

Por un lado, el ejercicio regula los procesos inflamatorios al promover la producción de citocinas antiinflamatorias, como la IL-10, y al disminuir los niveles de citocinas proinflamatorias. Este efecto antiinflamatorio ayuda a restaurar el equilibrio inmunológico y a reducir la percepción del dolor. Además, la actividad física fortalece la función de células inmunes clave, como los neutrófilos y los linfocitos, mejorando la capacidad del organismo para responder a lesiones y controlar infecciones.

Por otro lado, el ejercicio tiene un impacto directo sobre el sistema nervioso, ayudando a revertir los cambios maladaptativos asociados con la cronicidad del dolor. Diversos estudios han demostrado que la actividad física promueve la neurogénesis, mejora la plasticidad neuronal y regula la activación de células gliales como la microglía y los astrocitos. Esto no solo reduce la sensibilización nerviosa, sino que también facilita la restauración de la homeostasis neuroinmunológica.

Además de sus beneficios biológicos, el ejercicio también mejora aspectos psicológicos, como el manejo del estrés y la calidad del sueño, que a menudo están comprometidos en personas con dolor crónico. Al integrarse como parte de un enfoque terapéutico multidisciplinario, el ejercicio puede transformar no solo la percepción del dolor, sino también la calidad de vida de los pacientes, ayudándoles a recuperar funcionalidad y bienestar.

 

Loles Sosa Reina

Fisioterapeuta y Miembro del Grupo de Investigación en el Estudio y Manejo Integral del Dolor de la Universidad Europea

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